Cuando hablamos de textura nos referimos al aspecto exterior de la formas o estructuras, el que podemos percibir gracias las diferentes maneras en que se refleja la luz en la superficie; es como si pudiéramos describir la piel que las recubre y para ello recurrimos a términos como: liso, suave, rugoso, áspero, etc.
Para que exista textura deben cumplirse ciertas condiciones: el elemento texturante debe repetirse en la superficie y debe tener un tamaño tal que no permita que se confunda con la forma (por ejemplo un único grano de arena en la pared o ser lo suficientemente pequeño para que no se confunda con una piedra pegada a la misma).
Identificado el elemento texturante este puede generar diferentes superficies a partir de su tamaño, dispersión o direccionalidad.
TEXTURAS TÁCTILES Y VISUALES
Esta diferenciación se origina a partir del sentido empleado para su percepción, es decir el tacto y la visión respectivamente.
Las texturas visuales se perciben con la vista, una superficie puede ser perfectamente lisa al tacto pero imitar texturas táctiles de algún material (madera, piedra, arena, etc.) o crearla a través de puntos, líneas, color, etc.
Esta diferenciación se origina a partir del sentido empleado para su percepción, es decir el tacto y la visión respectivamente.
Las texturas
táctiles son tridimensionales, aunque sea mínimo percibimos cierto volumen al
tocar el objeto.
Ejemplo:
Antoni Tápies, Pequeña materia roja (técnica mixta, 1977), obra informalista en la que las calidades de la materia son relevantes, entre ellas sus texturas.
Ejemplo:
Antoni Tápies, Pequeña materia roja (técnica mixta, 1977), obra informalista en la que las calidades de la materia son relevantes, entre ellas sus texturas.
Las texturas visuales se perciben con la vista, una superficie puede ser perfectamente lisa al tacto pero imitar texturas táctiles de algún material (madera, piedra, arena, etc.) o crearla a través de puntos, líneas, color, etc.